TEXTOS SEDIENTOS Y OTROS RELATOS, León Febres-Cordero

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LEÓN FEBRES-CORDERO, Textos sedientos y otros relatos, Verbum, Madrid, 2012, 80 páginas.
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CRUZAR

   Tras haber estado vagando por encharcadas planicies, temeroso de caer en el lodo y mancillarme, arribé al fin a una primera encrucijada. Al ver cómo se bifurcaba en caminos contrarios a los que no atinaba a encontrar sentido y dirección, sentí que me mareaba y que perdía las pocas fuerzas que aún me mantenían en pie. Entonces, cuando estaba a punto de caer de boca sobre el lodo oprobioso, recordé las palabras de Sócrates en el Fedón que hacen referencia a las muchas ramificaciones y encrucijadas que tiene el camino al Hades. Esas palabras impidieron que terminara de caerme, pues aquello significaba que no había perdido del todo la memoria que había tenido en vida. “Es cierto que el camino a la bien construida mansión es tortuoso y difícil de seguir”, me dije y ello me animó. Me detuve a contemplar la que era mi primera encrucijada. Los caminos no seguían una línea recta sino que se volvían sobre sí mismos, como los largos tubos que me encontré apenas llegado a la planicie y que entrelazados se separaban para succionar la poca sangre que traíamos las almas. Entonces observé hacia el lado de una de las bifurcaciones una agrietada gruta de barro cocido. Era una abertura informe, pero se me asemejó a uno de esos templitos que a veces encontramos al borde de las carreteras. Quizá por eso me llamó la atención y me quedé mirándola. De su interior surgió la imperiosa voz de una mujer que, como un canto, me ordenó: “¡Cruza!”, “¡Cruza!”. Era una voz rubia, ensortijada, sinuosa, fresca. Levanté un pie y una mezcla de terror y de fatiga me lo detuvo en el aire. “¡Cruza!, ¡Cruza!”, seguía entonando la voz que provenía del fondo de aquella tosca abertura. “No puedo cruzar”, dije en voz alta. “Aún no me siento con las fuerzas suficientes para tomar uno de los tantos caminos.” Entonces la voz me respondió: “Cruza y verás que si tomas uno de los más despejados, te llevará hacia bosques tupidos en los que te hundirás y de los que te costará desenmarañarte; y si tomas uno de los más turbios, tras mucho andar te regresará a donde estás. Ciertamente no es fácil el camino al Hades puesto que sus vías son tortuosas, pero has de cruzar para empezar a perderte.” Cuando escuché aquellas desalentadoras y desconcertantes palabras sentí que no había llegado hasta allí para quedarme con el pie alzado, indefinidamente, privándome de mi último destino. Y crucé.

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