CUENTOS POPIULARES DEL RIF, Zoubida Boudhaba Maleem

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ZOUBIDA BOUDHABA MALEEM, Cuentos populares del Rif contados por mujeres cuentacuentos, Miraguano, Madrid, 2007, 236 páginas.

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Daniela Merolla en El arte de contar cuentos en el Rif señala la significación de las producciones orales bereberes que evidencian la «influencia de la tradición árabe».
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YUSSUF

   Este era un hombre que tenía varios hijos y que amaba especialmente al más pequeño, que era Yussef, a quien quería y mimaba mucho. Un buen día, se fueron todos los hermanos a pescar y, a la vuelta, al pequeño le entró tanta sed que les pidió a sus hermanos mayores que le llevaran a beber al pozo más próximo. Uno de los dos hermanos le contestó:
   —Espera un poco, Yussef, que enseguida vas a beber agua.
   Cuando llegaron al pozo, lo ayudaron entre todos a bajar, pero lo dejaron allí, pues le tenían envidia por el trato que le daba el padre y estaban deseando quitárselo de en medio. Así que Yussef empezó a gritar desde el fondo del pozo, aunque ninguno le hizo caso, y todos se fueron de allí. Cuando llegaron a su casa, lo primero que hizo el padre fue preguntar por él:
   —Y vuestro hermano, ¿dónde se ha quedado?
   Uno de los hermanos dijo:
   —No sabemos dónde se ha quedado, cuando nos dimos cuenta ya no estaba con nosotros.
   Pasó el tiempo, y Yussef aprendió a sobrevivir dentro del pozo, alimentándose de las raíces y del verdín que crecía en sus paredes. Y para dormir usaba trozos de cañas de bambú con los que se hizo una cama que flotaba en el agua.
   Mientras tanto, el padre perdía la esperanza de encontrar a Yussef con vida. Aunque ya no creía que le fuera a encontrar, salía todas las mañanas a buscarlo por todas partes canturreando para ver si le escuchaba. Y así y así, al no encontrarle, le entró tanta pena que se quedó ciego. 
   Un día fueron a buscar agua al pozo los criados del rey, y se llevaron una gran sorpresa al encontrar a Yussef medio moribundo dentro del pozo. Lo sacaron rápidamente y se lo llevaron al palacio para cuidarlo. Y le cayó tan bien al rey que decidió darle trabajo y dejarlo vivir con sus criados.
   Un día, como necesitaban trigo en el palacio, fueron a una de las plantaciones a comprarlo y casualmente la cosecha pertenecía al padre de Yussef. Yussef se dio cuenta desde el principio, pero se cuidó de pasar desapercibido delante de los hermanos. No dejaba de buscar al padre con la mirada: mientras hacía su trabajo, de vez en cuando alzaba los ojos y miraba a ver si localizaba al padre. Pero terminaron de cargar el trigo y el padre no había aparecido por ningún lado.
   Sin embargo se las ingenió para volver al día siguiente por su cuenta a buscarlo: se olvidó adrede la balanza del peso y así tuvo una excusa para volver. Y eso es lo que hizo, y cuando volvió al día siguiente, llamó directamente a la puerta de su casa, se tapó con su chilaba, le abrieron y le hicieron pasar sin saber quién era. Buscó desesperado al padre y se lo encontró sentado en una esquina lleno de tristeza, se acercó a él, se sacó su pañuelo del bolsillo y le pidió a su padre que se lo pasara por la cara. Al oler el padre el pañuelo empezó a ver y gritó:
   —Eres Yussef, mi hijo… ¡estás aquí!
   —Sí papá, por fin estoy contigo.
   Le contó todo lo que había pasado y el padre castigó muy duramente a todos los hermanos.
   Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió. 

Alhucemas, 29 de julio de 2002

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