HISTORIAS QUE CAPTURAN ESTRELLAS, María González Reyes

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MARÍA GONZÁLEZ REYES, Historias que capturan estrellas, Libros en acción, Madrid, 2014, 100 páginas.
 
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Virginia Pedrero Boceta ilustra los cuentos con los que María González Reyes denuncia las injusticias sociales que, lamentablemente, muchos han aceptado como tributo a una realidad vulgar.
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LA ESCUELA

   Pepa llega de la escuela cargando una mochila llena de cosas que no entiende. Me mira y no me deja esquivar sus ojos. Me dice sin voz que va porque sabe que yo quiero que vaya, porque me quiere.TarflPOC0 dice nada, pero mira sus pies cubiertos por unos zapatos rotos. Le digo luego te ayudo con la tarea del cole. Y ella, ya sin aguantar las palabras, pero si solo vienes dos días y la escuela son cinco. Le sonrío y le doy un beso sobre la cara que no tardará en llenarse de polvo y suciedad.
   Imagino a Pepa dentro de diez años.
   La imagino NO cargada de hijos-
   NO maltratada por un hombre.
   NO analfabeta.
   NO recogiendo botellas de plástico para conseguir juntar unas monedas.
   NO triste.


PALABRAS DE MUJER, Mercedes Salinas

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MERCEDES SALINAS, Palabras de mujer, El Aleph, Barcelona, 2006, 210 páginas.

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En este tomo subtitulado Las mejores citas de mujeres de todos los tiempos Mercedes Salinas recoge sentencias de mujeres de todas las épocas y todos los ámbitos: desde Safo de Lesbos a Coco Chanel pasadndo por Laurie Anderson o Ana María Matute.
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Me gusta la parte fea de la vida, porque resulta cómica.
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Para mí, lo más divertido es ver las tonterías y ridiculeces que hacemos para conseguir el amor.

EMPAR MOLINER

Escritora y periodista (Santa Eulália de Roinana, Barcelona, 1966).
Empezó su vida profesional como actriz de teatro  y cabaret. Publicó su primer libro en 1988, dejando atrás su faceta artística. Actualmente escribe narrativa y ejerce como periodista tanto en radio como en prensa escrita.

EL MUNDO SECRETO DE LAS CANCIONES, Sergio Guillén Barrantes & Andrés Puente Gómez

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SERGIO GUILLÉN BARRANTES & ANDRÉS PUENTE GÓMEZ, El mundo secreto de las canciones, T&B Editores, Madrid, 2007, 192 páginas.

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En el Prólogo (pp. 9-10) los autores desvelan su pretensión: "reivindicar la labor de personas que han intentado e intentan a lo largo de sus carreras discográficas poner un granito de arena en la inmensa playa de esta rama artística". Las canciones ("desde los fervientes años cincuenta hasta la actualidad") están organizadas alfabéticamente en bloques temáticos: desde la A de Adolescencia, Amistad, Amor, Animales, Arte, Asesinos y Astronautas hasta la V de Vampiros, Vejez y Verano.
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PICASSO VISITA EL PLANETA DE LOS SIMIOS

ADAM AND THE ANTS
Prince Charming (1981)

Mira a los españolitos comiendo bombones
Mira a los españolitos de baile
Mira a los españolitos sin confiar en nadie
Está en una calle de calidad
Mientras los maestros
Se pudren en las paredes
Y los ángeles comen sus uvas
Observé a Picasso
Visitando el planeta de los simios


   No son pocos los que buscando el lado poé­tico y crítico de Adam And vieron en esta canción una queja contra el franquismo y contra el trato que el régimen dictatorial dio a mu­chos de nuestros artistas más preciados. Aun así, y aunque puede que algo de aquello se o­culte en una segunda lectura, la historia tiene relación directa con la primera venida a Espa­ña de la banda. Su discográfica quiso agasa­jarlos con un festín por todo lo alto en la casa de Miguel Bosé. Allí se reunieron muchos de los famosos amantes de la ola new romantics, Alaska no podía faltar. Ella, mitómana perdi­da, llegó a atosigar tanto al vocal del conjunto que Adam terminó escondiéndose en los a­seos de la casa para escapar del acoso. Allí se topó con que el lugar estaba decorado con di­bujos de Picasso. «Increíble-ble>, que diría el detective del celuloide Ford Fairlane con la voz de Pablo Carbonell.

HISTORIA SECRETA DEL MUNDO, Emilio Gavilanes

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EMILIO GAVILANES, Historia secreta del mundo, Ediciones de La Discreta, Alpedrete, 2015, 248 páginas.

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Gavilanes no se conforma con ofrecer al lector nuevos puntos de vista sobre acontecimientos históricos bien reconocibles; también propone frecuentísimamente un nuevo enfoque, desde la intrahistoria, sobre estas historias (secretas, silenciadas u ocultas) de la Historia. Historia secreta del mundo ha recibido una de las más altas consideraciones: el Premio Setenil, otorgado al mejor libro de relatos publicado en el 2015.
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LA PACIENCIA DE LA MUERTE

   Hitler ha ordenado su captura. Le acusa de alta traición por haber enviado a su mujer al oeste de Alemania, a una región a punto de ser tomada por los aliados. Es marzo de 1945 y quiere verlo cuanto antes fusilado. Es el doctor Karl Brandt, que forma parte de su equipo médico.
   Se conocieron cuando Hitler abandonó la cárcel de Landsberg, en la que escribió Mein Kampf Su primer chó­fer le presentó a una amiga, Anni Rehborn, campeona del mundo de natación, quien a su vez le presentó a su novio, este doctor Karl Brandt. Su rápida intervención en un accidente, para evitar que se desangrara Brockner, el ede­cán de Hitler, le valió ser nombrado médico personal del Führer.
   Hitler ha ido perdiendo su confianza en él, debido al enfrentamiento que Brandt sostiene con el doctor Morell, nuevo médico de cabecera del Führer, el único médico que ha sido capaz de curarle sus dolores de estómago y el eczema crónico que sufría en una pierna. Poco a poco Hitler ha ido desplazando a Brandt. Para alejarlo de su lado le ha nombrado Comisario General de Salud Pública e Higiene. Bajo su mandato se harán los mayores experi­mentos médicos en los campos de concentración.
   Ya ha llegado a sus oídos que Hitler lo ha declarado traidor y quiere fusilarlo. Cuando lo capturan las tropas aliadas, por un momento siente alivio.

TIERRA DE NADIE, Santiago Gil

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SANTIAGO GIL, Tierra de nadie, Anroart, Las Palmas de Gran Canaria, 2004, 60 páginas.

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Cojea porque intenta engañar al tiempo en cada paso. 
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Cuando llegue el momento sólo conservarás en tu memoria esta imagen de la roca encendida por el último sol de la tarde. 
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Gregorio Samsa se despertó con una resaca espantosa y prefirió seguir durmiendo antes que abrir los ojos y encontrarse desmejorado. En la última resaca se había sentido como una cucaracha y lo había pasado fatal. 
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No creas que eres el único héroe en esta historia; también los peces han aprendido latín para salvar  su pellejo. Si te sumerges en el mar los escucharás declinando quedamente las burbujas del tiempo. 
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Se escondía de todo el mundo cerrando sus propios ojos cuando lo mirabas. Él sabe que es en la mirada del otro en donde uno siempre se juzga sin piedad.

HILOS SUELTOS, Fernando Menéndez

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FERNANDO MENÉNDEZ, Hilos sueltos, Difácil, Valladolid, 2008, 100 páginas.

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Tras la brillante aproximación filológica a la  poética de este singular género de José Ramón González [Notas sobre el aforismo, (pp. 7-31)], la antología de un maestro: Fernando Menéndez. 
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El vacío, como la muerte, se encamina a la plenitud.
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Debería existir una vacuna contra los deseos.
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Un poema es el fracaso del silencio.
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Mastico la noche hasta aborrecerla.
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Somos huellas de ausencias.
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Nadar en el océano del corazón.
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Hay dos clases de poetas: los que viven de la poesía y los que existen para la poesía.

CUESTIONARIO PROUST, Graydon Carter

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GRAYDON CARTER, Cuestionarios Proust, Nórdica, Madrid, 2011, 224 páginas.

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Nórdica edita este libro subtitulado 101 personalidades reflexionan sobre el amor, la muerte, la felicidad y el significado de la vida que recoge las mejores entrevistas publicadas por Vanity Fair. En la Introducción (pp. 1-3) el editor, Graydon Carter, explica cómo la treintena de preguntas que respondió Marcel Proust en la década de los 80 del siglo XIX siguen estando vigentes. Las ilustraciones de Risko retratan a las personalidades: desde la a de Altman, Robert hasta la uve doble de Wilson, Brian. 
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Lo que más valoro en mis amigos: «Cables de arranque de batería y una cadena de remolque».  

[Tom Waits]

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
La felicidad nunca es perfecta.

¿Cuál es su gran miedo?
Que me entierren vivo.

¿Con qué personaje histórico se siente más identificado?
Cantinflas.

¿Cuál es su viaje favorito?
¿De Journey? La verdad es que no tengo ninguno de sus discos.


¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La honradez.

¿En qué ocasiones recurre a la mentira?
¿Quién necesita una ocasión?

¿De qué palabras o frases abusa?
«Haz lo que te digo y nadie resultará herido».

¿Qué o quién es el gran amor de su vida?
Mi mujer, Kathleen.

¿Cuándo y dónde fue más feliz?
Mil novecientos sesenta y tres, a la una de la mañana, lavando platos un sábado por la noche en la cocina de Napoleone Pizza House, 619 National Avenue, National City, California.

¿Qué talento le gustaria tener?
Saber arreglar la camioneta.

Si pudiera elegir en qué reencarnarse, ¿qué sería?
Un toro en Wyoming.

¿Cuál es para usted la máxima expresión de la miseria?
La planta que está justo debajo de esa.

¿Dónde le gustaría vivir?
Hotel Esmarelda, Storyville.

¿Cuól es su pasatiempo favorito?
Ser herrero, ventrílocuo, mago, jockey, conductor de tren, arboricultor y domador de leones.

¿Cuál es su rasgo más característico?
Mi talento para hablar, en profundidad, sobre un libro que no he leído.

¿Cuál es la cualidad que más le gusta en un hombre?
Generosidad, ironía, valentía, humor, locura, imaginación y que sepa encajar un puñetazo.

¿Cuál es la cualidad que más le gusta en una mujer?
Que tenga buen cuerpo, dientes afilados, un gran corazón, humor negro, esté llena de magia, no escatime compasión y sea buena gente.

¿Qué es lo que mós valora en sus amigos?
Cables de arranque de batería y una cadena de remolque.

¿Quiénes son sus escritores favoritos?
Rod Serling, Breece D’J Pancake, Charles Bukowski, Woody Guthrie, Bill Hicks, Fellini, Frank Stanford, Willie Dixon, Bob Dylan, O.Henry.

¿Quién es su héroe de ficción preferido?
Frankenstein. Y Dumbo.

¿Cómo le gustaría morir?
No creo que me gustase en absoluto.

Noviembre de 2004

DIARIO DE UN DESPECHO, Raquel Díaz Reguera & Irene Mala

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RAQUEL DÍAZ REGUERA & IRENE MALA, Diario de un despecho, Thule, Barcelona, 2015, 64 páginas.


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Irene Mala ilustra esta Tragicomedia del olvido en la que el texto narrativo está acompañado de poemas, citas, canciones... y un pequeño catálogo de Tipos tópicos a los que no acercarse. Otro acierto editorial de Thule.
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EL CRÍTICO

   Ese tipo al que le gusta ser el rarito, presume de incomprendido, de diferente, siempre incómodo entre los mortales de a pie porque él es un ser superior. Y tú no te has enterado de nada, te ha­cen gracia sus rarezas, porque a ti te trata como a una reina. Pero tras unos primeros días, tal vez semanas de adorarte y simular por ti una admira­ción desbordada, cuando ya has caído, empieza a cuestionarte cualquier cosa, hasta tu forma de bostezar, poniendo en entredicho tus gustos y afi­ciones, que por lo visto son de lo más vulgares.



CONSEJO

Huye. Ese es el único consejo. Les capullos de rosas son los únicos que tiene cabida en tu dormitorio.

CALEIDOSCOPIA, Francisco Javier Guerrero

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FRANCISCO JAVIER GUERRERO, Caleidoscopia, Adeshoras, Madrid, 2014, 102 páginas.

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En La escritura para encontrar la verdad (pp. 11-15) Francisco Onieva caracteriza Caleidoscopia como un libro complejo que continua la línea de Micromundi. Embellecen el libro las ilustraciones de Raquel Boucher.
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OBSESIÓN

   Fueron los ojos. En la memoria de Paula estaba anclada la mirada de un niño que por primera vez vio en una foto­grafía anónima. Esos ojos poderosos fueron su obsesión. Lo abandonó todo para buscarlos (aunque eran ellos los que la acechaban). Recorrió medio mundo tras las pis­tas que descubría. Y cuando ya había arrojado la toalla, los encontró. El niño era un hombre (del que, creía, lo sabía todo), pero sus ojos grandes, profundos y sabios no habían cambiado. Paula estaba tan emocionada que no podía hablar ni moverse. Lo hizo él. Se acercó (se acerca­ron los ojos) y, para su sorpresa, susurró su nombre.


VIVIR EN LOS CAFÉS, Ovidio Paredes

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OVIDIO PAREDES, Vivir en los cafés, Trabe, Oviedo, 2013, 204 páginas.


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Laura Freixas aporta en el Prólogo (pp. 11-14) la clave: "Vivir en los cafés es más que un libro: es una presencia amiga, que nos acompaña, que vive y reflexiona, que disfruta del arte y que recuerda con nosotros". 
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EN OTRO MUNDO

   La adolescencia de ese chico diferente al que no le interesan la mayoría de las cosas que le interesan a sus compañeros de colegio tiene su lado bueno. Visto con la perspectiva del tiempo transcurrido, es algo que no pue­de negarse. Las películas, las músicas, los libros, las obras de teatro... Los primeros descubrimientos. Eran los años ochenta, los legendarios años ochenta, cuando yo pasaba por todo eso. En las grandes ciudades, las cosas estaban cambiando. O eso parecía, según podíamos leer en pe­riódicos y revistas. El País y El Europeo, entre otras, eran publicaciones de las que aquel adolescente se empapaba. Almodóvar, sobre muchos otros, en cine. Recuerdo, en el año 87, cuando se estrenó La ley del deseo en los desapa­recidos cines Brooklyn de esta ciudad a varias personas abandonando la sala escandalizadas, maldiciendo por lo bajo. A mí, entonces como ahora, me parecía una gran pe­lícula, de las mejores de Pedro. La historia de amor era tan tremenda y conmovedora como la canción de Los Panchos que sonaba casi al final. Y Eusebio Poncela y Antonio Ban­deras estaban soberbios y Carmen Maura, por decirlo en dos palabras, sencillamente espectacular. Los autores que empezaban a sonar a principios de aquella época: Antonio Muñoz Molina, Adelaida García Morales, Javier Marías, Soledad Puértolas... A ella, a Soledad Puértolas, se parecía un poco físicamente una de las cantantes que más me gus­taban por entonces. Cristina Lliso, del grupo Esclarecidos. La melancolía de su voz, la elegancia de sus movimientos, de las letras que cantaba. Era la banda sonora de aquella habitación, la de la casa de mis padres, donde entonces vivía. No me cansaba de escuchar sus canciones, una y otra vez. A veces, incluso, sonaban de fondo mientras escribía algún relato, alguna historia, algún poema que acabaría en el fondo de la papelera. Era una música diferente, con cierto aire francés. Un poco, sí, como también era la prosa de la Puértolas. Aquellas historias que no se parecían a otras historias. Aquellas músicas que tampoco se parecían a otras músicas. Estos días he vuelto a recordar aquellos tiempos, aquellas noches creativas en la penumbra de mi habitación. Las noches eran largas y creativas en aquella habitación. Los juegos de los otros adolescentes no me interesaban. Sus aficiones, tampoco. Mi mundo, que quizá era de otro mundo, estaba allí, en aquella habitación, en aquellas músicas, en aquellas páginas de buena literatura. También en las películas que veía cuando salía de aquella habitación, en los cines de esta ciudad y de Gijón. El fu­turo estaba por llegar. Tenía una cosa clara, muy clara, tan clara como la sigo teniendo ahora: quería escribir. Y escri­bía. Lo demás estaba por llegar. Ya llegaría. A mí, estaba convencido, me iba a pillar allí, escribiendo mis historias. Con aquellos libros que amaba (y que sigo amando) bien cerca. Con aquellas músicas, también. Gentes que tenían historias diferentes que contar y a la que yo admiraba pro­fundamente. Años después de todo eso, cuando conocí a quien hoy comparte mi vida desde hace seis años, hice la maleta y dejé la casa de mis padres, En ella, en aquella maleta, casi antes que la ropa o cualquier otro utensilio de necesidad, metí todas aquellas películas, aquellos libros, aquellos discos. Una parte de mi vida que se venía conmi­go, que sigue conmigo en esta casa. Ahí, al alcance de mi mano, de mi vista, representando un pasado y un futuro. Lo que fui y lo que seré. Lo que, a día de hoy, pasados los cuarenta años, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva, soy.

WIKIPOEMIA, Itziar Mínguez Arnáiz

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ITZIAR MÍNGUEZ ARNÁIZ, Wikipoemia, Ediciones Oblicuas, Barcelona, 2014, 126 páginas.

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En palabras de la autora, “los wikipoemas no son poesía, tampoco un subgénero poético, sino una suma de intuiciones”. 

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ALMA

I.
Inquilina del cuerpo
sin contrato de alquiler 

II.
Esencia irrenunciable 
del ser

III.
Moneda de cambio

EL ESPEJO DE LAS IDEAS, Michel Tournier

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MICHEL TOURNIER, El espejo de las ideas, Acantilado, Barcelona, 2001, 240 páginas.

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En la introducción el autor desvela su proyecto: presentar, siguiendo un esquema binario, cien conceptos clave para entender el pensamiento humano.
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LA PALABRA Y LA ESCRITURA

   El hombre que escribe es un solitario que se dirige a un lector solitario, tanto si escribe una carta de amor como si compone una novela de aventuras. Por el contrario, el hombre que habla necesita de un oyente, pues la palabra solitaria es palabra de loco. El orador político quiere un público multitudina­rio, el predicador religioso una parroquia recogida, el cuentista una asamblea aldeana reunida junto a la chimenea, el hombre que reza el inmenso e invisible oído de Dios.
   La palabra recorre un espacio corto y se borra al instante, mientras que la escritura viaja a través del tiempo y del espacio. Es que la palabra está viva, mientras que la escritura está muerta. La escritura no puede prescindir de la palabra para ser vivifica­da. En la Antigüedad, sólo se leía en voz alta, de manera que un hombre afónico no podía abrir un li­bro. Así, el primer estadio del aprendizaje de la lec­tura es la lectura en voz alta. La lectura muda—o mental o interiorizada—corresponde a un segundo estadio.
   La palabra es lo primero. Dios creó el mundo al nombrarlo. Es el Verbo creador. La escritura, que apareció muchos milenios después, se desprende de la palabra y tiene necesidad de ella para que la irri­gue. Toda la historia de la literatura está hecha de retornos de la escritura a ese manantial vivo y vivifi­cante que es el lenguaje hablado. Un gran autor es aquel cuya voz reconocemos en cuanto abrimos un libro suyo. Ha conseguido fundir habla y escritura. Es cierto que existe el peligro de que la escritura se haga demasiado tributaria del habla. La escritura excesivamente «hablada» corre el peligro de dislo­carse, tal como un camino inundado de agua deja de ser transitable. Precisemos que cuando Flaubert de­clamaba en voz alta sus bosquejos en el «aulladero», no pretendía irrigar su escritura con el habla, sino, como mucho, limar de su texto todas las asperezas que pudieran dificultar su pronunciación. Pues po­cas prosas hay tan alejadas del habla como la de Flaubert. La voz de Flaubert hay que buscarla más bien en su correspondencia, y por eso algunos la si­túan por encima de sus novelas.
   Los sermones de los grandes predicadores cuyo texto conservamos nos plantean un problema muy interesante: ¿En qué medida esos sermones eran improvisados—como exigiría la auténtica elocuen­cia—y los textos correspondientes no fueron redac­tados de memoria, con posterioridad, y por tanto «en frío»? La cuestión se plantea de manera muy es­pecial en el caso de Bossuet.

Cita:

La palabra humana está a medio camino entre el mu­tismo de los animales y el silencio de Dios.

LOUIS LAVELLE

TRIZAS, Franklin Fernández

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FRANKLIN FERNÁNDEZ, Trizas (Aforismos 1998-2015), Libros al Albur, Sevilla, 2015, 91 páginas.

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Juan Calzadilla en La poética residual de Franklin Fernández (p. 2) señala que los aforismos de Fernández, antes que con la tradición venezolana, se emparentan con los de Porchia, Cioran o Roger Munier porque "la densidad del enunciado breve y condensado roza la metáfora y el razonamiento". Por otro lado, Víctor Guédez en Un testimonio (pp. 3-4) percibe en la tendencia de Fernández a "la formulación de imágenes verbales que se corporizan en aforismos y la resolución de metáforas plásticas que se solventan en objetos anfibológicos" una feliz querencia por Joan Brossa y Chema Madoz. Algunos de sus ingenios verbales (El libro es un espejo retrovisor) remiten a la tradición de la mejor greguería ramoniana.
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Antes de machacar al insecto, no pensamos en su muerte. Tan sólo queremos deshacernos de él. En cambio pensamos en nuestra muerte casi a diario.
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La luz quema ahí donde quiere apagarse.
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Mi voz no es propia. Está hecha de una multitud de silencios que le anteceden.
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Necesidad del fulgor. El aforismo no es más que un destello.
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El pájaro es y no es inocente de su vuelo. A lo mejor el inocente vuelo del pájaro, es lo que nos queda por vivir.
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Escuchar el canto de un pájaro muerto.
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La poesía es ese canto que nos aturde desde el silencio de un pájaro.
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El silencio de las cosas las pronuncia. Porque en silencio, sin ruido, también son. El silencio también pronuncia mis palabras, pero apenas.
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Orar, orar infinitamente, ante la imagen perpetua de un Dios ausentado.
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Contemplación del clavo y de la aguja. El clavo es ciego. La aguja puede ver.
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Cuando ya casi no haya posibilidad ni deseo de sobrevivir, sólo respirar; respirar hasta el último aliento.
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El deber de un hombre es encontrarse. Encontrarse sin haberse abandonado.

LA SOLEDAD ENCENDIDA, Gregorio Muelas & Heberto de Sysmo

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GREGORIO MUELAS & HEBERTO DE SYSMO, La soledad encendida, Ultramarina Editorial, Sevilla, 2015, 178 páginas.
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Tras la portada artesanal La soledad encendida acoge los haikus de Gregorio Muelas y Heberto de Sysmo. Como dos muros para preservar al abrigo la hermosura, el Prólogo (pp. 7-10) de Mila Villanueva en el que caracteriza a los haijines  como "espectadores perplejos ante la belleza" y el Epílogo (pp. 169-170) de Raúl Fortes Guerrero en el que pondera lo acertado del título, al asociarlo con kokoro, la llama del conocimiento. En medio, los haikus de Gregorio y Heberto, desdibujada su autoría porque "el haiku no lo hace nadie, es el alma japonesa quien lo hace" (Reiji Nagakawa). Señalando hitos en el camino, las ilustraciones de Sara García Lafont.
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llevada por la corriente
del río helado
pasa una flor marchita


en esta casa
sólo habitan recuerdos
y sombras viejas


LA LOCURA DE LOS PECES, Rubén Rojas Yedra

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RUBÉN ROJAS YEDRA, La locura de los peces, Alumbre, Cádiz, 2015, 188 páginas.

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UN LECTOR INDEFENSO

   Estas palabras que lees son las últimas que pienso escribir. Sigue leyendo y verás que en cinco líneas voy a acabar con esto. Viajo en el mismo vagón que tú. Desde aquí veo que vas leyendo un libro, que la gente se aprieta alrededor de nosotros y que no te has fijado en cuál fue la última estación. Estoy de pie, junto al señor calvo. Soy alto, moreno, con barba, una imagen que representa mi pasado. En la próxima parada me bajaré y justo entonces levantarás la vista del libro y se acabará mi tortura. Te cederé mis poderes, serás tú quien escriba.

DOS POR LA MAÑANA, Juan Manuel Uría

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JUAN MANUEL URÍA, Dos por la mañana, El Gallo de Oro, Bilbao, 2015, 104 páginas.

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La cubierta no engaña: estas páginas de certeras píldoras, acompañadas por las magnificas ilustraciones de Pablo Gallo, componen un viaje el lector disfrutará doblemente.
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Cuidado con los que tienen cabeza de chorlito y corazón de buitre.
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Hay quienes, como las polillas, sólo se arriman a la luz que más brilla.
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A los buenos carniceros les falta un dedo.
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El buen poema te guiñará un ojo, el buen aforismo te sacará la lengua.
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La verdad ya no se escribe en piedra sino en pósit.
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El exceso de sobriedad también deja resaca.
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El aforismo tiene mucho de zanahoria: lo bueno queda oculto, bajo tierra, y si comes muchas, mejora la vista.
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En verano, en medio de tanto turista con su cámara de fotos, uno se siente mono del zoo.

EL PEQUEÑO GRAN LIBRO DE LA IGNORACIA (ANIMAL), John Lloyd & John Mitchinson

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JOHN LLOYD & JOHN MITCHINSON, El pequeño gran libro de la ignorancia (animal), Paidós, Barcelona, 2009, 224 páginas. 

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Los autores en la Introducción (pp. 15-16) anuncian divertidos "un moderno bestiario basado en datos zoológicos". 
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ORNITORRINCO [Nutria eléctrica]

   Cuando George Shaw realizó la primera descripción escrita del ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus), en 1799, revisó cuidadosamente el espécimen que le habían enviado desde Australia porque pensaba que debía de tener costuras. Muchos de sus colegas naturalistas continuaron creyendo que era un engaño: un pico de pato cosido al cuerpo de un pequeño castor. Tuvieron que pasar 30 años para que se aceptase que se trataba de un mamífero (la falta de pezones dificultó la localización de las glándulas mamarias bajo el pelo del estómago). No obstante, el verdadero bombazo no llegó hasta 1884. Un embriólogo escocés llamado W. H. Caldwell descubrió un nido de ornitorrinco y reveló la sorprendente noticia de que se trataba de un mamífero que ponía huevos (los aborígenes llevaban años diciendo lo mismo, pero nadie les había escuchado). Desde entonces, el ornitorrinco se ridiculiza como una pequeña broma de la evolución.
   Una visión popular del siglo XIX (y que todavía se mantiene en determinados círculos) describe al ornitorrinco como un prototipo «sin acabar» del mamífero. Es cierto que junto con las cuatro especies de equidnas que ponen huevos forma parte del orden de los monotremos («con un solo agujero»), el grupo más antiguo de mamíferos que se conserva. Sin embargo, menospreciarlo como un «paso intermedio» primitivo entre los reptiles y los mamíferos tiene tan poco sentido como llamar «más primitivo» a un carpintero que hace muebles de madera con sus propias manos que a alguien que instala unas estanterías de Ikea. El ornitorrinco es un ejemplo perfecto de criatura que, en situación de aislamiento, se ha adaptado a explotar un hábitat rico. Piense en la nutria de Australia, una carnívora oportunista que devora cangrejos de río, gambas, peces y renacuajos sin apenas competencia. El ornitorrinco conserva algunas características «de reptil», como el desove y la forma de caminar parecida a la de un lagarto, porque no se vio sometido a presión para cambiarlas. No obstante, también ha evolucionado a otras adaptaciones de una sofisticación espectacular. La más ingeniosa es la del «pico de pato». El ornitorrinco es una criatura nocturna que come de noche y dormita en su madriguera o «se acopla» bajo una roca o la raíz de un árbol durante el día. Cazar por la noche bajo el agua supone todo un reto, ya que el olfato y la vista resultan inútiles. La solución del ornitorrinco (única entre los mamíferos) consiste en tomar prestado un truco de los peces y convertir su «nariz» en un sensor eléctrico. La nariz está cubierta de 40.000 sensores que pueden captar los campos eléctricos más diminutos generados por los impulsos musculares de la presa. Además, también cuenta con 60.000 sensores de movimiento que le permiten actuar como ojos y como manos, combinando información mecánica y eléctrica para crear una imagen precisa de su oscuro mundo subacuático. También cuenta con su propio sistema de propulsión de doble uso. Como en el caso de los castores, la cola se emplea para almacenar grasa, pero cuando el ornitorrinco nada le sirve como timón, no para impulsarse. Toda la fuerza procede de las grandes extremidades delanteras palmeadas. Por tierra, esas aletas de piel se recogen con el fin de poder utilizar las zarpas para excavar. Aunque en el agua es tan rápido como una nutria, el ornitorrinco rivaliza con el topo por sus dotes de excavador de túneles, razón por la que los primeros colonos le dieron el nombre de «topo de agua». ¿Pato, topo, nutria? Tal vez la marca de una criatura realmente original sea que sólo se puede describir con términos prestados de otros animales.

IMÁGENES MOMENTÁNEAS, Georg Simmel

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GEORG SIMMEL, Imágenes momentáneas, Gedisa, Barcelona, 2007, 136 páginas.

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En Aguafuertes simmelianas (pp. 9-22) Esteban Vernik cimenta un perfecto pórtico para acceder a esta selección de artículos publicados entre 1897 y 1907 por el filósofo alemán en Jugend. Estas Imágenes momentáneas sub specie aeternitatis contienen "pequeñas narraciones, cuentos, sátiras, fábulas, aforismos y hasta un poema". Otthein Rammstedt en Las imágenes momentáneas de Georg Simmel (pp. 121-135) considera que estas "Imágenes momentáneas sub specie aeternitatis ya no pueden serguir considerándose marginales".
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EL MURO DE LA FELICIDAD

   Estaba de visita en casa de unos viejos amigos a los que había visto por última vez hacía una década. En aquel entonces no llevaban todavía muchos años de casados —habían tenido que esperar bastante tiempo para hacerlo y ya no eran jóvenes—y la felicidad emanaba de ellos en cada movimiento, cada pala­bra y mirada, y formaba un aura resplandeciente a su alrede­dor. Aunque ponían toda la voluntad en ser discretos, no podían reprimir por completo el fuego de su pasión, de manera tal que no siempre se saliera de cauce. Esto no tenía nada de desagra­dable o indecoroso: aquella bienaventuranza justamente no los encerraba en sí mismos y que ella irradiara en su entor­no era para ellos tan natural como que las estrellas dieran luz. Ahora era evidente que esto había terminado hacía tiempo. La felicidad, que antaño los embriagaba y desbordaba, cristalizó en una figura rígida, inmóvil. La comunión de las almas ya no se nutría de la sabia de los sentidos: se volvieron prácticamen­te personas ancianas, cuya felicidad reposaba dentro de sí co­mo un ser inconsciente y no los envolvía ya en la llamas de la pasión.
   Pero en medio de esa impresión, en la calma de los días que pasé en su casa, se reveló para mí de golpe algo de lo más sor­prendente. Entraron casualmente en la crepuscular sala de es­tar en la que me hallaba sentado en un rincón oscuro y, antes de que pudiese hacerme notar, cayeron el uno en brazos del otro con una pasión, una impetuosidad~ una entrega mutua, como si hoy mismo fueran jóvenes. Salieron enseguida del cuarto, de modo que nos ahorramos la incómoda situación y ellos nunca se dieron cuenta de que eran espiados. Pero en ese instante se abrió todo un mundo: ¡la felicidad que ningún otro puede comprender! En contraste con ella, la felicidad de la ju­ventud que todo el mundo conoce y comprende tenía algo de compartido, cada cual tenía una parte. De ahora en adelante  fue su total posesión, la más profunda, la más secreta, lo único que ellos entonces comprendieron, porque la tenían y ningún otro podía escrutarla. Me pareció como si toda la pasión de la juventud fuese totalmente impersonal, pues el sentimiento y la felicidad que el joven tiene que dar pueden en definitiva ser recibidos y gozados por muchos otros. Ahora, sin embargo, en la vejez, sólo había un ser humano a quien dar y de quien reci­bir la felicidad. Desde ese momento ella se volvió completa­mente personal, las miles de oportunidades que permanecían detrás de la entrega incondicional de la juventud se hundieron y la entera extensión de los sentimientos se reunió sobre ese uno inseparable. Esa felicidad de vivir se volvió realmente “increíble”; la naturaleza había hecho levantar un muro alrede­dor que la hacía invisible a plena luz del sol, que la protegía mejor de lo que podían hacerlo los más apasionados celos. Pa­ra mí fue como si hubiera escuchado sólo ahora la última pala­bra del amor.

UN MALÉVOLO VÁTER EXPLOSIVO Y OTRAS LEYENDAS URBANAS, Peter Bridges

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PETER BRIDGES, Un malévolo váter explosivo y otras leyendas urbanas, Cúpula, Barcelona, 2010, 190 páginas.
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En la Introducción el autor advierte que recopila aquí increíbles historias que salieron a su paso cuando "trataba de descubrir la esencia de la rumurología".
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DESODORANTE PARA LAMER

   La historia del desodorante y el termómetro me recuer­da a esas otras que han surgido en torno al mundo de los desodorantes. Cuando comenzaron a fabricarse en spray, se decía que eran muy nocivos para la salud, tan­to que creaban una película invisible que impedía que la piel sudase, de manera que las bacterias quedaban encerradas y al final acababan convertidas en gusanitos que luego salían del sobaco como si uno fuera la more­ra de los gusanos de seda. Pero lo más divertido en lo tocante a desodorantes es la leyenda que corrió sobre Axe (y no pretendo hacer publicidad).
   La empresa cosmética realizó una agresiva campaña en todo el mundo según la cual una mujer olía Axe y se ponía a cien, por muy feo que fueras. Una lógica exa­geración del marketing, porque no hace falta llegar a tanto. Recuerdo que un día resbalé, caí en una ciénaga purulenta. Bueno, vale, era una cloaca, pero quería dar­le un toque de aventuras. Al llegar a casa, con otra ropa pero sin haberme podido duchar, la portera se me que­dó mirando con deseo y, después de guiñarme el ojo (aunque no me cantó la frase mágica de «huachi huachi gua gua»), me dijo: «Qué bien huele usted hoy», de manera que entiendo que lo de las fragancias erotizan­tes debe de ir a gustos.
   Volvamos a Axe. La leyenda que surgió al poco de la campaña es que, efectivamente, el desodorante tenía poderes afrodisíacos. Sí, los tenía, pero no hacían efecto al olerlo sino cuando tu pareja, después de que te lo pusieras y por mucho sudor que estuvieras despren­diendo, te lamía de arriba abajo Era entonces, cuando sus papilas gustativas captaban el sabor del desodoran­te mezcladas con las del sudor, cuando se ponía como una moto. Y digo yo que o eso, o terminaba vomitan­do, y es que en las cuestiones de la pasión no suele haber término medio.

FIN DE FIESTA Y OTRAS CELEBRACIONES, Luis Bernardo Pérez

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LUIS BERNARDO PÉREZ, Fin de fiesta y otras celebracionesFicticia, México D.F., 2008, 108 páginas.

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CASTIGO

   El castigo impuesto a Prometeo por el vengativo Zeus todavía despierta nuestra compasión. Llenos de pena, imaginamos al hijo de Japeto y Climene encadenado a su solitaria roca con las entrañas expuestas a la voracidad de un águila. Sin embargo, nadie parece sentir lástima por la hastiada ave, la cual desearía poder cambiar de menú aunque sea una vez por semana.

LAS PRUEBAS DEL CAOS, Enrique Anderson Imbert

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ENRIQUE ANDERSON IMBERT, Las pruebas del caos, Yerba Buena, La Plata, 1946, 178 páginas.

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ALICIA

   Al pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo- alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
   Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
   ¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
   Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
   Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez.
   Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
   Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.

VOCES DE CHERNÓBIL. CRÓNICA DEL FUTURO, Svetlana Alexievich

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SVETLANA ALEXIEVICH, Voces de Chernóbil: crónica del futuro, Debolsillo, Barcelona, 2015, 406 páginas.
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Si quisiéramos considerar que la Fundación Nobel atiende al "texto en sí" antes que a la biografía del autor y la simbología política, todo parece indicar que, premiando a Svetlana Alexievich, desean subrayar el estatuto de literariedad en el buen periodismo. En este su único libro publicado en España, resulta evidente la fuerza de la narradora que construye con testimonios dispersos un potentísimo catálogo de voces. Si quisiéramos...
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MONÓLOGO ACERCA DE TODA UNA VIDA ESCRITA EN LAS PUERTAS

   Quiero dejar testimonio…
   Eso era entonces, diez años atrás, y ahora eso se repite conmigo cada día. Ahora… Eso va siempre conmigo.
   Vivíamos en la ciudad de Prípiat. En la misma ciudad que ahora conoce todo el mundo.
   No soy escritor. No sabría contarlo. No soy lo bastante inteligente para entenderlo. Ni siquiera con mi formación superior.
   De modo que vas haciendo tu vida. Soy una persona corriente. Poca cosa. Igual que los que te rodean; vas a tu trabajo y vuelves a casa. Recibes un sueldo medio. Viajas una vez al año de vacaciones. Tienes mujer. Hijos. ¡Una persona normal!
   Y un día, de pronto, te conviertes en un hombre de Chernóbil. ¡En un bicho raro! En algo que le interesa a todo el mundo y de lo que no se sabe nada. Quieres ser como los demás, pero ya es imposible. No puedes, ya es imposible regresar al mundo de antes. Te miran con otros ojos. Te preguntan: «¿Pasaste miedo ahí? ¿Cómo ardía la central? ¿Qué has visto?». O, por ejemplo, «¿Puedes tener hijos? ¿No te ha dejado tu mujer?». En los primeros tiempos, todos nos convertimos en bichos raros. La propia palabra «Chernóbil» es como una señal acústica. Todos giran la cabeza hacia ti. «¡Es de allí!».
   Estos eran los sentimientos de los primeros días. No perdimos una ciudad, sino toda una vida.
   Dejamos la casa al tercer día. El reactor ardía. Se me ha quedado grabado que un conocido dijo: «Huele a reactor». Un olor indescriptible. Pero sobre esto todos leímos en los periódicos. Han convertido Chernóbil en una fábrica de horrores, aunque, en realidad, parece más bien un cómic. Esto, en cambio, hay que llegar a entenderlo, porque hemos de convivir con ello.
   Le contaré solo lo mío. Mi verdad.
   Ocurrió así. Por la radio habían dicho: «¡No se pueden llevar los gatos!». Mi hija se puso a llorar, y del miedo a quedarse sin su querido gato empezó a tartamudear. ¡Y decidimos meter el gato en la maleta! Pero el animal no quería meterse en la maleta, se escabullía. Nos arañó a todos. «¡Prohibido llevarse las cosas!». No me llevaré todas las cosas, pero sí una. ¡Una sola cosa! Tengo que quitar la puerta del piso y llevármela; no puedo dejar la puerta. Cerraré la entrada con tablones.
   Nuestra puerta… ¡Aquella puerta era nuestro talismán! Una reliquia familiar. Sobre esta puerta velamos a mi padre. No sé según qué costumbre, no en todas partes lo hacen, pero entre nosotros, como me dijo mi madre, hay que acostar al difunto sobre la puerta de su casa. Lo velan sobre ella, hasta que traen el ataúd. Yo me pasé toda la noche junto a mi padre, que yacía sobre esta puerta. La casa estaba abierta. Toda la noche. Y sobre esta misma puerta, hasta lo alto, están las muescas. De cómo iba creciendo yo. Se ven anotadas: la primera clase, la segunda. La séptima. Antes del ejército… Y al lado ya: cómo fue creciendo mi hijo. Y mi hija. En esta puerta está escrita toda nuestra vida, como en los antiguos papiros. ¿Cómo voy a dejarla?
   Le pedí a un vecino que tenía coche: «¡Ayúdame!». Y el tipo me señaló a la cabeza, como diciendo tú estás mal de la chaveta. Pero saqué aquella puerta de allí. Mi puerta. Por la noche… en una moto. Por el bosque. La saqué al cabo de dos años, cuando ya habían saqueado nuestro piso. Limpio quedó. Hasta me persiguió la milicia: «¡Alto o disparo! ¡Alto o disparo!». Me tomaron por un ladrón, claro. De manera que, como quien dice, robé la puerta de mi propia casa.
   Mandé a mi hija con la mujer al hospital. Se les había cubierto todo el cuerpo de manchas negras. Las manchas salían, desaparecían y volvían a salir. Del tamaño de una moneda. Sin ningún dolor. Las examinaron a las dos. Y yo pregunté: «Dígame, ¿cuál es el resultado?». «No es cosa suya». «¿De quién, entonces?».
   A nuestro alrededor todos decían: vamos a morir. Para el año 2000 los bielorrusos habrán desaparecido. Mi hija cumplió seis años. Los cumplió justo el día del accidente. La acostaba y ella me susurraba al oído: «Papá, quiero vivir, aún soy muy pequeña». Y yo que pensaba que no entendía nada. En cambio, veía a una maestra en el jardín infantil con bata blanca o a la cocinera en el comedor y le daba un ataque de histeria: «¡No quiero ir al hospital! ¡No me quiero morir!». No soportaba el color blanco. En la casa nueva cambiamos incluso las cortinas blancas.
   ¿Usted es capaz de imaginarse a siete niñas calvas juntas? Eran siete en la sala. ¡No, basta! ¡Acabo! Mientras se lo cuento tengo la sensación, mire, mi corazón me dice que estoy cometiendo una traición. Porque tengo que describirla como si no fuera mi hija. Sus sufrimientos.
   Mí mujer llegaba del hospital. Y no podía más: «Más valdría que se muriera, antes que sufrir de este modo. O que me muera yo; no quiero seguir viendo esto». ¡No, basta! ¡Acabo! No estoy en condiciones. ¡No!
   La acostamos sobre la puerta. Encima de la puerta sobre la que un día reposó mi padre. Hasta que trajeron un pequeño ataúd. Pequeño, como la caja de una muñeca grande. Como una caja…
   Quiero dejar testimonio: mi hija murió por culpa de Chernóbil. Y aún quieren de nosotros que callemos. La ciencia, nos dicen, no lo ha demostrado, no tenemos bancos de datos. Hay que esperar cientos de años. Pero mi vida humana… Es mucho más breve. No puedo esperar. Apunte usted. Apunte al menos que mi hija se llamaba Katia… Katiusha. Y que murió a los siete años.

Nikolái Fómich Kalaguin, padre

COMETARIO, Jesús Cotta

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JESÚS COTTA, Cometario, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015, 112 páginas.

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El término medio nunca se llevó bien con el amor.
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Mi cuerpo es un objeto, pero yo no. He ahí la tragedia.
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Igual que a una mosca Mozart le parece ruido, al hombre le parece azar el cosmos.
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En las malas novelas cabe todo, pero todo sobra, y en las buenas también cabe todo, pero todo encaja.
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La naturaleza se ha vuelto loca buscando a Dios y por eso ha hecho tantas estrellas.
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El viento es el aire buscando algo.
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La mejor alianza de civilizaciones es la cama.
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Vivir es dar caza a un león mientras nos persigue un lobo.

LA VIDA PERENNE, José Luis Sampedro

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JOSÉ LUIS SAMPEDRO, La vida perenne, Plaza y Janés, Barcelona, 2015, 192 páginas.

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Olga Lucas y Ángel Lucía seleccionan fragmentos de las obras de Sampedro que ilustran con fotografías de Chema Madoz.
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…hay culturas que tratan de iluminar, de profun­dizar dentro de uno mismo.

…escuchar al maestro, guardar silencio, meditar, esperar a ver qué ocurre. Otras culturas viven ha­cia fuera, más pendientes de los resultados que del proceso de aprendizaje. Una vela, un quinqué dan luz, iluminan, permiten ver; en cambio, unos focos deslumbran, ciegan, dificultan la visión. El maes­tro está para ayudar a ver, no para cegar a sus discípulos...
 

LOS TRES DÍAS, Esperanza López Parada

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ESPERANZA LÓPEZ PARADA, Los tres días, Pre-Textos, Valencia, 1994, 76 páginas.

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Una puerta se abre y en una latitud
diferente otra viene a cerrarse.
Porque no hay ordenado universo
en que sea posible negar tal ley
y quede alguna acción desatendida.
Porque no corre ningún hombre
sin que los árboles se curven.
Y lo que perdí vendrá a saludarme.
Es una cuestión de paciencia y matemática.

POR LAS FRONTERAS DE EUROPA, Mercedes Monmany

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MERCEDES MONMANY, Por las fronteras de Europa, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015, 1472 páginas.
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En Mercedes Monmany, ¿halcón o Beatriz? Guía del infierno y los paraísos de la literatura europea  (pp. 17-24) Claudio Magris señala que Monmany desmonta la idea de quienes se sirven de la literatura para afirmar "su identidad mediante el rechazo y el odio hacia el Otro". Subtitulado Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI, la travesía de sus amenas páginas suelta amarras en los países nórdicos y halla el fin a su periplo en Turquía. 
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GONÇALO TAVARES Y SU BARRIO LITERARIO

   El escritor Gonçalo M. Tavares (Luanda, Angola, 1970) que comenzó como poeta, se convertiría en la revelación quizá más original de la literatura portuguesa última. Animal literario por excelencia, un día construyó un hábitat privado y fragmentario, un microcosmos concentrado y lleno de un sentido que lo trascendía, con el objeto de incluir y recoger el eco de otros muchos escritores cómplices y admira­dos, por una razón u otra, que le habían antecedido. Una especie de «baúl lleno de gente», como el que dejó Pessoa.
   Por otro lado, aquel Barrio y aquellos «señores» particulares, eran descritos con una técnica que bebía de otros tantos escritores, incluidos o no, en ese canon o hábitat privado. Por allí se paseaban las píldo­ras aforísticas que recorren la suave ironía del absurdo del polaco Slawomir Mrozek; las creaciones de mundos imaginarios de Italo Calvino, que caminan paralelas a nuestro mundo real; o esas redes secretas, cajas de resonancias filosóficas o vasto conjunto de nombres casi mitológicos, que igualmente sirven de muelle y sujeción en las novelas sin trama del francés Pierre Michon, donde los escritores son, siempre, los personajes de la Historia.
   Cada una de las pequeñas obras de Gonçalo M. Tavares es una enciclopedia autobiográfica y apasionada de la literatura que su autor ha escogido y seleccionado minuciosamente para él mismo fundar un lugar muy preciso y diferenciado. Un lugar propio en el mundo y en su tiempo. Su diccionario privado (como el que el italiano Alberto Savi­nio hizo en su día) se convierte en un homenaje permanente a los que le han antecedido y han hecho de él, sin concesiones y sin extravíos, el escritor que es.
   Como dijo en su día su principal y más cualificado interlocutor en lengua española, Enrique Vila-Matas, Tavares fundó un Chiado literario o barrio de artistas «que jamás arderá». Este Barrio (O Bairro, 2002-2010) hecho a su medida ideal, está habitado, en distintos libros y con distintas cualidades humanas, filosóficas y literarias por El señor Valéry (Paul), El Señor Henri (Michaux), El señor Brecht (Bertolt), El señor Juarroz (Roberto), El señor Kraus (Karl), El señor Calvino (Ita­lo), El señor Walser (Robert), El Señor Breton (André), El Señor Swe­denborg y El señor Eliot (Thomas Stearns). En su microobservatorio estos escritores se acercan o se alejan de la realidad a su gusto, deformándola o ampliándola hasta límites casi ultrasensoriales; dialogan cotidiana y socráticamente sobre lo divino y lo humano, a la manera del Monsieur Teste de Paul Valéry. Tavares sabe que los escritores, una generación tras otra, forman cadenas (cadenas que no se pueden rom­per, bajo amenaza de calamidades inmediatas) y que esas cadenas ayu­dan a sobrevivir y mantener en vida natural, no artificial, a una litera­tura muchas veces esquiva, con mayúsculas que rehúye rutinas y pactos acomodaticios y, sobretodo, «vendas con las que se distrae» de lo que de verdad importa, de lo realmente único y luminoso.
   En su libro Biblioteca (2004) el lector puede recorrer, manzana por manzana, letra por letra, este Barrio, red o familia genética y libresca a lo Borges, que Tavares arrastra, mezcla y remezcla sin cesar como un baúl imprescindible: desde Adolfo Bioy Casares, Blaise Cendrars, Bru­ce Chatwin y Clarice Lispector hasta William Faulkner, William Saroyan y Yukio Mishima pasando por otros cientos. Una gran familia que hace suya con las cualidades y aventuras más insólitas convertidas de repente en microrrelatos poéticos, excéntricos y antirrealistas.
   Otro ciclo de obras —varias de ellas de nuevo con nombre propio en cada título— se uniría al original y muy personal proyecto de Tavares de construcción de un barrio de las letras en el que habitar cómoda mente. Este ciclo, el llamado de «las novelas negras», escrito desde el lado de la oscuridad y de esa maldición histórica que en ocasiones mez­cla de forma fatal masa e individuo, estaría formado por las novelas Un hombre: Klaus Klump (2003, en torno al nazismo), La máquina de Joseph Walser (2004) y Jerusalem (2004). Un ciclo que pertenecería de lleno a la otra cara de la alegría de crear, de la felicidad de los peque­ños momentos y del placer que otorga siempre mi buen rato de lectura.
   Si El Señor Brecht, hombre curioso y peculiar, era un consumado contador de historias que navegaban entre el absurdo y el humor ne­gro, y El Señor Valéry recurría a la lógica y a extraordinarias fábulas filosóficas para solucionar las numerosas contrariedades de la vida co­tidiana, por su parte, El señor Henri —vecino del melancólico y sabio Valéry— es un amante de las estadísticas, de las cifras exactas («de lo esencial») y de los inventos paradójicos («el avión se inventó para que las personas vivieran alejadas unas de otras»). Pero, sobre todo, el se­ñor Henri es amante de la absenta, sobre la que teoriza sin cesar y que él respeta ciegamente como una especie de sexto sentido paralela «Jamás he mezclado absenta y realidad para no empeorar la calidad de la absenta», dice. Como Bouvard y Pécuchet en su guarida, el señor Henri construye y funda a su manera el saber universal, mientras «lee la enciclopedia a diario para tener informaciones imprescindibles» sobre los temas más diversos y, tan sólo aparentemente, peregrinos.

POEMAS LISIADOS, Jorge Riechmann

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JORGE RIECHMANN, Poemas lisiados, La Oveja Roja, Torrejón, 2012, 96 páginas.

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En el cauce de este torrente poético, a veces aparecen aislados pequeños poemas: cantos fulgurantes...
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Ámame, chilla la golondrina.
Dame caza, grita el halcón.

EN UN LUGAR DE LA MANCHA, Jordi Vicente & Carlos Cubeiro

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JORDI VICENTE & CARLOS CUBEIRO, En un lugar de la Mancha, Comanegra, Barcelona, 2014, 108 páginas.

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El tándem Jordi Vicente y Carlos Cubeiro entrega esta vez estos 50 grandes inicios de la literatura ilustrados y comentados.
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Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo.

Ana Karenina - Lev Tostói

El escritor ruso Lev Tolstói (1828-1910) publica entre 1875 y 1877 tres partes de Ana Karenina en la revista El mensajero ruso. Por desavenencias con el editor opta por publicar la cuarta y última parte por su cuenta. Ana Karenina se edita como libro en 1878. Su título inicial era Dos familias y empezó a gestarse en 1870. Ese año, Tolstói tiene en mente escribir una historia acerca de una mujer de clase alta acusada de adulterio. En 1872, el autor conoce de primera mano el caso de Ana Stepanova, que se suicida lanzándose a las vía del tren tras ser traicionada por su amante. En esas fechas, Tolstói lee libros de historia y El hombre mujer de Alejandro Dumas hijo, un estudio sobre la infelicidad. El momento decisisvo llega un día de 1873: Tolstói entra en la habitación de su hijo y ve un libro de Pushkin, Historias de Belkin, que empieza así: "Los invitados se reunieron en la casa de campo". El autor encuentra en ese inicio la inspiración y escribe las primeras páginas de su novela (su hermana comenta: "Empezó una novela sobre la vida. [...] Es sobre una esposa infiel y su tragedia"). Tolstói, en el borrador inicial titulado El diablo, describe a la protagonista como una mujer lasciva y carente de atractivo, pero, a medida que desarrolla el personaje, cambia el concepto que tiene de ella.

EN EL REINO DE LA GARÚA, Emilio del Carril

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EMILIO DEL CARRIL, En el reino de la Garúa, Pasadizo, Puerto Rico, 2014.

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Emilio del Carril, moderador de la reputadísima Ciudad de Seva y también profesor de escritura creativa, ofrece en este cuidado volumen 101 narraciones llenas de ingenio.
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A LA ORILLA DE UN MAR CUALQUIERA

   La mujer no se percató de que el niño se había escapado y jugaba en la orilla del mar. Un sonido la hizo reaccionar. Era una muralla de agua que se acercaba solemne e intimidante. Divisó al pequeño en la distancia. Ella gritaba desesperada mientras corría a salvarlo. El niño dio media vuelta y observó la ola gigantesca que se movía hacia él. Levantó el pequeño brazo con autoridad. La ola se detuvo y el mar recobró la tranquilidad. La mujer lo abrazó mientras agradecía a Anubis el milagro. Regresaron al palacio agarrados de la mano. Él, sin que nadie pudiera silenciar sus carcajadas, y ella, aliviada de que nada le hubiera pasado a Moisés.

A CELESTE LA COMPRÉ EN UN RASTRILLO, Arantza Portabales Santomé

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ARANTZA PORTABALES SANTOMÉ, A Celeste la compré en un rastrillo, Zaera Silvar, A Coruña, 2015,160 páginas.

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Zaera Silvar lo ha vuelto a conseguir. Esta vez, publicando en Lenguas de ornitorrinco, A Celeste la compré en un rastrillo. El ilustrador Dictinio de Castillo-Elejabeytia Gómez envuelve las logradísimas narraciones de Portabales en un universo celeste.
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QUERIDA LAURA

   Aquí te dejo diez consejos que espero que te sean muy útiles:

  1. Huye de la teletienda y del queique de “La tía Mildred". Son terriblemente adictivos.
  2. Estudia mucho. Puede que consigas acostarte con algún futbolista, pero créeme, las posibilidades de casarte con uno son casi nulas.
  3. Haz caso a tu tía. Ella cuidará de ti.
  4. La abuela no es una bruja. Si alguna vez lo dije fue por culpa de la medicación.
  5. Desmaquíllate todas las noches. No imaginas a qué velo­cidad solidifica el rímel.
  6. Probablemente papá pronto tendrá una novia, y es nor­mal. Sé amable con ella.
  7. Lo del Centro Británico no es negociable. Y me da igual que el presidente del gobierno no sepa hablar inglés.
  8. En cuestión de chicos no le preguntes a tu padre. Es un buen tipo, pero en fin..., es tu padre. Remítete al punto tres. Estás en buenas manos.
  9. Mi foto favorita es la de tu tercer cumpleaños. Yo te aga­rraba por detrás y soplábamos las dos. Dile a papá que la coloque en un marco (diga lo que diga la señora del punto número seis).
  10. Haz una vida sana, cepíllate los dientes y hazte una ma­mografía al año.
         Te quiere. Mamá.


CAJA DE MAGIA, Solange Rodríguez Pappe

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SOLANGE RODRÍGUEZ PAPPE, Caja de magia, Parafernalia, Managua, 2013, 46 páginas.


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OTRO TIPO DE POLVOS MÁGICOS

   Para tener buen sexo, el mago, a quien le cuesta ser fiel, entra con su amante al laberinto de espejos. Así, le parece que está amando a varias mujeres.