MICROMEMORIA, Miguel Mena

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MIGUEL MENA, Micromemoria, Olifante, Zaragoza, 2013, 176 páginas.


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Recuerdo que Rafael Azcona es el único entrevistado a quien he pedido que se hiciera una foto conmigo. Recuerdo el final de El verdugo, cuando abandonan Mallorca en barco después de la ejecución:
—Nino Manfredi: «Nunca más. ¿Me oye? Nunca más».
—Pepe Isbert: «Eso dije yo la primera vez».
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Recuerdo una entrevista con Manuel Fraga. Antes, para calentar motores, le hablé de mis estancias en Perbes, su lugar de descanso. Le comenté cual era la casa donde me alojaba allí, propiedad de unos familiares y a poca distancia de su chalet. Dijo: «Ah, sí, esa tan rara».
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Recuerdo que David Marqueta colecciona los nombres de invitados cuyos apellidos están relacionados con su ocupación. El profesor Alberto Sabio, el cocinero Miguel Ángel Revuelto, un concejal de Vialidad y Aguas apellidado Laguna, y el más espectacular, aquel jefe de prensa del organismo aeronáutico AENA llamado Emilio Torrejón Barajas. Pisón y yo rastreamos nombres curiosos en las esquelas del Heraldo de Aragón. Mis favoritos de los últimos años son Rosa Mercado Caro, Arturo Contamina Lafuente y Ascensión Moncayo. Que en paz descansen.
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Recuerdo que Mauricio Aznar descansa en el cementerio alemán, un rincón con acceso propio, vallado y por lo general cerrado, dentro del cementerio de Torrero. Recuerdo que entrevisté a Sergio del Molino cuando presentó Soldados en el jardín de la paz, que es la historia de ese cementerio y de quienes dieron origen a él, los alemanes llegados a Zaragoza desde Camerún durante la Primera Guerra Mundial.

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