LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA CUENTOS, Albert Jané

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ALBERT JANÉ, La vuelta al mundo en ochenta cuentos, Edebé, 2002, 145 páginas.

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Albert Jané reescribe ochenta narraciones representativas de los cinco continentes. Las ilustraciones que acompañan a los textos son obra de Judit Morales y Adriá Gòdia.
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EL PEZ ROJO

   Un gran señor encomendó la educación de su hijo a un maestro muy sabio. Pero aquel chico se reveló pronto como un discípulo muy distraído; su maestro no conseguía que fijara su atención en nada de lo que le proponía. Un día, el maestro mandó que encerraran a su discípulo en una sala vacía, un aposento en donde no había más que una pecera llena de agua con un pez rojo.
   —Te dejaré a solas, durante una hora, en esta sala —le explicó el maestro—. Fíjate bien en este pez, porque cuando vuelva tendrás que explicarme lo que hayas visto.
   Al cabo de una hora el maestro volvió y le preguntó qué había observado. El chico. enfurruñado, le dijo:
   —Nada: un pez dentro de una pecera.
   —¿Eso es lo único que has visto? Pues ahora te encerraré tres horas más, para que observes con toda atención.
   Al cabo de tres horas el maestro volvió a entrar y preguntó de nuevo a su discípulo qué había observado. El chico, todavía más enfurruñado que antes, dijo otra vez, en resumidas cuentas, lo mismo: un pez dentro de una pecera.
   —¿Sólo eso? —dijo el maestro—. Ahora estarás seis horas más. Y a ver si te fijas más. Pensando en que si no era capaz de decir nada que hubiera observado, su maestro era capaz de tenerlo todo un día entero encerrado en aquella sala, el chico se puso a observar detenidamente, con toda la atención, los movimientos y las evoluciones del pez dentro del agua, cómo iba hacia una esquina y hacia otra, cómo se detenía, cómo movía las aletas o la cola, o cómo, de pronto, hacía un movimiento repentino, imprevisto, impulsado por no sé qué fuerza. Al cabo de seis horas, cuando el maestro volvió a entrar en la sala y le preguntó qué había observado, el discípulo, llevándose un dedo a los labios, le dijo, en voz baja:
   —¡Pst! ¡Esperad, no hagáis ruido, que todavía no he terminado!

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