EL BARCO DE CHOCOLATE, Cristina Norton

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CRISTINA NORTON, El barco de chocolate, Editorial Juventud, Barcelona, 2012, 64 páginas.

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Subtitulado Cuentos para niños y no tan niños contiene doce relatos ilustrados por Danuta Wojciechowska.
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EL CUENTO LARGO

   Érase una vez un cuento muy largo, tan largo que nadie lo quería contar.
   Vivía en un rincón de la biblioteca, muy triste de que nunca le prestaran atención.
   A veces, cuando venían amigos a la casa y decidían leer alguna historia para entretenerse, el cuento se erguía cuanto podía para conseguir que lo viesen. Pero si un niño decía:
   —Ese, ese no lo conozco.
   Rápidamente otro respondía. 
   —No, ese no, que es muy largo.
   Y el cuento volvía a acurrucarse lleno de pena y se tapaba los oídos, pues le costaba aceptar que los niños fueran más felices leyendo otra historia. 
   Los días y las semanas iban pasando, y él, para entretenerse, recordaba el tiempo que había pasado en una pequeña librería de barrio.
   Aquel lugar era oscuro, pero había luz suficiente para poder ver el brillo de las tapas de los libros, leer las letras doradas de las grandes encuadernaciones y hojear con cuidado los ejemplares más raros.
   Todo allí transmitía paz. Era como si el mundo, que transcurría veloz al otro lado de la puerta, hubiese abierto un paréntesis en aquel lugar. 
   En las páginas de las novelas se podían vivir mil vidas, y otras tantas en las de los manuales de historia. Utilizando la imaginación, uno podía colarse en aquellos libros y convertirse en cada uno de sus personajes.
   En aquella librería el cuento largo se sentía importante. Las personas lo cogían y giraban sus páginas, reconfortándole con el calor de las manos. 
   Y aunque estaba siempre a la espera de que alguien lo comprase, al menos no tenía la impresión de que lo dejaban de lado. Ahora, en cambio, olvidado en una estantería, ¿quién iba a saber todo lo  que tenía por contar? El cuento lo  había escrito, con mucho cariño, una vieja señora que vivía en una casa de montaña, rodeada de árboles y alejada del resto de aldeanos. La escritora tenía muchos nietos, a los que veía menos de lo que le gustaría, pues vivían en la ciudad, donde  sus padres trabajaban y ellos iban a la escuela. Como no tenía otra compañía que la de un perro muy peludo, disponía de todo el tiempo del mundo para escribir largos cuentos que después dedicaba a sus nietos. De esa manera, se sentía un poco más cerca de la familia.

   El cuento miró distraídamente hacia el calendario y vio que ya había pasado un ano desde que fue regalado al niño de la casa. Desde entonces, nadie lo había vuelto a abrir. 
   Se sintió tan triste que, por primera vez en su vida de libro, empezó a llorar. 
   Lo que él no sabía era que sus lágrimas, al caer, habían empezado a borrar las letras y que, cuanto más lloraba, más se hacía pequeño. 
   De repente, una niña entró en la habitación y, gritando, llamó a los otros;
   —¡Venid, rápido! ¡Mirad qué pequeñito se está quedando aquel libro, se esta deshaciendo! ¡Deprisa, vamos a buscarlo antes de que desaparezca! 
   Y el cuento largo, que ahora, de pronto, era corto, se quedó tan sorprendido cuando los niños lo sacaron de la estantería y comenzaron a leerlo, que dejó de llorar. 
   Todos descubrieron que se había transformado en un cuento muy bonito, y desde ese momento pasó a ser el libro más reclamado. 
   Fue traducido a todas las lenguas del mundo, y niños de todos los países, razas y religiones lo leyeron con alegría y admiración.


2 comentarios en "EL BARCO DE CHOCOLATE, Cristina Norton"

  1. xiztoria dice:

    Oye... ¿no sería aquel cuento larguííísssimo de Monterroso sobre los dinosaurios?

    Máximo dice:

    O tal vez el seísmo de Hemingway:

    For sale: baby shoes, never worn
    Se venden zapatitos de bebé, nuevos

    Finalmente, todo encoge.