LIBRO DE JUEGOS PARA LOS NIÑOS DE LOS OTROS, Ana María Matute

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ANA MARÍA MATUTE, Libro de juegos para los niños de los otros, Espasa, Barcelona, 2003, 48 páginas. Fotografías de Manuel Durán y Juan MIguel Sánchez Vigil.

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Espasa reedita con fotografías actuales los textos publicados por primera vez en 1961.
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EL JUEGO DE LOS TRENES QUE NO TIENE FIN
  
   El inacabado juego de los trenes va bien para las tardes malas tardes: tardes de cicatrices. Uno ya sabe. Los trenes van pasando. Las vías queman. Duelen las cicatrices, o las heridas recientes, aún abiertas: no somos perros que se lamen debajo de los puentes. No nos gusta pensar en cicatrices, pero duelen. Y pasan los trenes por la vía negra, como si fueran ardientes barras de carbón al sol. En el inacabado juego de los trenes toma parte la rabia, el rencor, o acaso el odio. Si es odio este deseo de irse, de marcharse, de no volver a ver jamás aquella blanca cicatriz que le parte la barbilla al padre. Si acaso es odio el irse y olvidar el agua, el humo, los ladrillos, el pan, los agujeros en la tierra, aquel pájaro que grita rodeado de alambres, entre rojos geranios, aquel banco de piedra por donde las hormigas trepan quién sabe con qué fin (como la firma a la entrada de la fábrica, las riñas, o las cañas, o los golpes). Allá va el tren, ahí va cercano: por la noche robamos un vagón cargado, buscamos mercancías debajo de las lonas, pasamos como sabias lagartijas. Ahí están el tren y las vías dañinas, donde una tarde aquel chico, se quedó roto: las piernas bonitamente rojas, las rodillas peladas, devoradas, hasta que lo taparon con un saco, como otra mercancia. Sería un bonito y descansado juego, este triste e interminable juego de los trenes, si uno pudiera escaparse en ese grito que de repente viene a cortar la tarde, el pensar, la vida, o quién sabe, algo como esa delgada cicatriz que parte la barba negra de aquel hombre. Ese grito del tren le hace a uno daño, y al mismo tiempo, parece que uno espera. (Dicen que al chico que se mató en la vía, lo llamaba aquel grito aquella tarde, y lo quiso jugar. Mala suerte.)

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