PURO CUENTO, Gonzalo Torrente Malvido

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GONZALO TORRENTE MALVIDO, Puro cuento, Amargord, Madrid, 2005, 136 páginas.

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LAS PILIS
        
   Pilar cerró y sacudió el paraguas mientras empujaba la puerta con el hombro. El mercado estaba en pleno bullicio; el pasillo de la fruta abarrotado y el vocerío pugnaba con el estrépito del chaparrón sobre los planos del tejado de vidrio y hierro. Llegando al pescado la vio, allí al fondo a la izquierda haciendo cola en la pollería, y se le acercó esquivando cuerpos y carritos. Estaba absorta contemplando las piezas de la vitrina y no la vio ni sintió llegar hasta que le puso la mano en el hombro.
   —¡Qué susto, hija, Pilar!
   —Voy a ver si compro unas sardinas...
   —Pues aguarda, que ya me va a tocar, y te acompaño... Sólo voy a llevarme dos muslitos... Y bueno, ¿qué me dices cómo quedó la cosa ayer? Te digo que del disgusto me tuve que tomar una pastilla para dormir.
   —Pues a mí, te digo, no me cogió tan de sorpresa.
   —Es que llevamos dos días sin hablar... Y ya me contarás, ahora, dos días, hasta el lunes dándole vueltas a la historia en la cabeza... ¿Pero es que tú crees, Pilar, que es normal que María se haya ido a casa de ese vejestorio y dejado a Carlos, el pobre, con lo que está haciendo por ella?
   —¡Ay, hija, Pili, la vida está llena de cosas así, y donde menos se piensa... Bien que le iba además, trabajando, aunque sea de chacha...
   —Pues porque no será tan buena como pensamos...
   —No, no, Pili, no... Aquí hay gato encerrado, estoy segura, y si no, al tiempo.
   —A ver, Pilar, deja de rajar tanto. ¿Qué te pongo? —la interrumpió el pollero limpiándose con un trapo las manos ensangrentadas.
   —Pues ponme dos muslitos, Paco, medianos.
   Camino de la pescadería Pilar agarró a Pili del brazo y prosiguió con sus inquietudes.
   —Lo que no entiendo es por qué él no interviene ahí.
   —¿Pero qué va a hacer?
   —Pues presentarse allí y llevársela.
   —¿Por la fuerza? Eso es un secuestro, Pili.
   —Pues yo lo prefiero así, aunque lo sea.
   —Que no, que eso no sería solución, a la fuerza.
   —¿Pero es que no comprendes, hija, Pilar, que de esta manera va a acabar muy mal, una perdida? ¡Qué disgusto, señor!
   —Hija, Pilar, tampoco es para que te pongas así...
   —¿Pero cómo no me voy a poner? Tú piensa, si se queda embarazada del viejo asqueroso ese, en lugar de haberse quedado de Carlos...
   —Pues mira, si lo que quiere es un hijo, allá ella. Pero a lo mejor lo que quiere es la pasta del viejo.
   —Que no, Pilar, que eso no entra en su manera de ser, que lo sé yo... ¿O no te acuerdas cómo se portó con su tía Amalia?
   —Ay, Pili, que una cosa no tiene que ver con la otra.
   A todo esto habían llegado a la pescadería.
   —¿Quién da la vez?                                                  
   A la pregunta lanzada a la redonda respondió una mujer preñada: ¡aquí!
   —Pues a lo que iba... ¿Tú te imaginas el drama que se puede montar si la María se queda de otro que no sea Carlos?
   —Por cierto, Pili, ¿cómo sigue tu Tere?
   —Pues pasado mañana le toca la quimio... Pero no quiero pensar en eso, sólo faltaba preocuparme aun más, con la cabeza como ya la tengo... y los dos diitas que me esperan... Pues si quieres el lunes te pasas a casa y vemos el capítulo juntas, y así...

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