LA MEMORIA AMOROSA, Carlos Edmundo de Ory

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CARLOS EDMUNDO DE ORY, La memoria amorosa, Visor, Madrid, 2011, 119 páginas.

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De Evocaciones de un trágico feliz (pp. 7-19) proceden estas certeras palabras de Jesús Fernández Palacios: "A través de estas prosas híbridas —donde concurren desigualmente la poesía y el relato, el texto quintaesenciado y el discursivo, el monólogo y el diálogo, la concreción y la abstracción, lo racional y lo irracional, el lenguaje directo y el figurado, la escena real y la fantaseada y, en fin, múltiples recursos literarios en los que el escritor ha sido habitualmente diestro en sus poemas, relatos y aerolitos—, ese sujeto llamado Carlos Edmundo de Ory [...] levanta aquí su propia autobiografía".   
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MI COSMOS

   Mi cosmos no era el cosmos de Ptolomeo enseñado en el colegio ni tampoco el cosmos indescifrable del extraño Demiurgo sin cabeza. La ciencia ha inventado la espectrografía, pero el corazón del hombre ya estaba inventado millones de siglos atrás y no ha cambiado de sitio. Del espectrograma han salido las últimas teorías sobre el origen y la naturaleza del Universo, pero del corazón no ha salido más que desesperación. ¿De dónde vienes y a dónde vas? ¿Cómo has sido creado? Quizás se acerca el día en que el corazón pueda contestar a las preguntas desesperadas de la inteligencia. Cuando el corazón haya obtenido sus logros.
   La mayoría del mundo se asombra de los adelantos a pasos agigantados de la ciencia y de cómo se pueden explorar hoy las galaxias. La instalación en Saint-Michel-de-Provence, en Francia, de un telescopio electrónico hace pensar ya que los observatorios de Mont-Wilson y de Palomar tendrán que cerrar sus balcones al cielo. ¡Y de qué te sirve explorar las galaxias si no son más bonitas que las mujeres!
   Me acuerdo de un astrónomo que peroraba acerca de los prodigios de la ciencia actual. Fue interpelado por uno de sus oyentes. El orador estaba diciendo que en una alta montaña de California se había instalado un telescopio tan potente que permitía distinguir las cejas de una muchacha situada a mil kilómetros de distancia. Entonces fue interrumpido con una pregunta: “¿Quiere usted explicarme para qué sirve una muchacha, por guapa que sea, si se encuentra a mil kilómetros de nosotros?

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